Al finalizar La Segunda Guerra Mundial todo el mundo debió de pensar que el bien había triunfado sobre el mal y que las hordas nazis habían sido derrotadas para huir en desbandada y no volver salvo en pequeños conatos de violencia descerebrada.
Pero, hoy, setenta años después, descubrimos con sorpresa que no fue así, que los nazis no fueron realmente derrotados, sino que se habían hecho con el poder en la sombra, poco a poco, como ciertos organismos parasitarios; habían ganado sin grandes festejos ni más fuegos artificiales que los de seis años de bombardeos.
Por mi parte, lo que creía que era un simple roto en los calzoncillos, un pequeño agujerito, ha resultado ser la lente de una cámara ultramoderna, tanto que hasta cambia del blanco al marrón por sí sola; ultimísima tecnología yanqui, de la NSA, al servicio de sus lacayos del CNI.
Nunca me he hecho demasiadas ilusiones al respecto, pero tenía la esperanza de que ciertos organismos públicos habían dejado de actuar por impulsos privados, de unos pocos, y habían empezado a hacerlo por el interés de todos los españoles; pero no ha sido así.
Todavía no se han enterado de a quién sirven. Una pena. Son más papistas que el Papa.