No soy médico, por suerte para los enfermos; no soy mujer, por suerte para el género femenino; y no soy imbécil, para descanso de los tontos.
Me crie en la fe católica: fui bautizado, tomé mi primera comunión a manos del cura de mi pueblo natal y la confirmación a las del obispo de Santander. Aunque no la sigo, la respeto por aquellas personas que quiero y que sí lo hacen: mi Madre, algunos familiares y amigos.
Ellos no me fiscalizan por mis actos morales y, por su fe, me perdonan aquellos que para sí representan un pecado; y, si ellos no lo hacen, no lo van a hacer otros cuya catadura moral deja mucho que desear.
Yo respeto a los médicos que realizan abortos de forma ética, a las mujeres que los necesitan, a las que no voy a juzgar ni por un momento, y a los que los legitiman con su valiente legislación.
Y si ello significa mi excomunión, pues que así sea.