Cuando su majete se dedicaba a vivir a cuerpo de rey, obviamente; disfrutaba de la compañía de los regidores de algunas democracias consolidadas como la de Marruecos, Jordania o Arabia Saudí; recibía los favores de mujeres despampanantes, a pesar de no llamarse Sofía; y se daba de morros con las aceras y las cámaras de televisión; no nos importaba lo más mínimo…
Pero, hete tú que al gobierno de España, justo ahora, sí le interesa que la marca España permanezca incólume ante los desvaríos de algunos en la casa real, y para conseguirlo ordena a su principal valedor en Mallorca, el fiscal Horrach, que le abarate la defensa a la infanta Cristina haciéndose pasar por su abogado y facilitando que se vaya de rositas por ser quien es…
No sé si ella es culpable o no, pero, sí estoy convencido de que no debía de creer que los millones del palacete provenían de donativos de los monárquicos, por muy tontos que estos le parezcan, y que el tren de vida que llevaba era fruto del endémico buenismo español.