El ministro de Economía y Hacienda, Cristóbal Montoro, suele dar clases magistrales de política postmoderna. Estas lecciones viene a cuento del famoso Rescate que el PP defiende como uno de sus principales logros en sus dos años de gobierno: es decir no haber solicitado más que un rescate (al que llaman apoyo financiero), el rescate bancario, y no un presunto rescate general. Se puede consultar, por ejemplo, en la entrevista que concedió el periodista Graciano Palomo en el diario El Mundo, el pasado 8 de diciembre. Montoro deja entrever un cuadro de situación, unas aguas en cuyas profundidades resulta interesante bucear.
Hay dos temas que llaman la atención.
El primero es la referencia al rescate.
«Fue Mariano, personalmente, sí, sí, él solito, con su particular estilo, su forma de ser, al que debe que España no esté intervenida… Jejejejeje… ¡Porque no lo estamos! Todo dios le decía que no había más remedio. Y él, oye, buscando resquicios para no llegar a ese trance. Ahora estamos saliendo. Sí, sí sí. Estamos saliendo».
Veamos detenidamente este punto.
A finales de mayo de 2012, la crisis de Bankia, y sobre todo, la pésima gestión que hizo de ella el gobierno de Rajoy, era la principal preocupación del Banco Central Europeo (BCE).
Según declaró Mario Draghi, presidente del BCE, en el Parlamento Europeo, el 31 de mayo de 2012, al referirse a las dos crisis bancarias, las de Bankia y Dexia, se había puesto de relieve «la peor manera de hacer las cosas».
El día 5 de junio, Cristóbal Montoro, de paso por Sevilla, concedió una entrevista al periodista Carlos Herrera, en Onda Cero. La prima de riesgo del bono público español (diferencia con el Bund o bono público alemán a diez años) se había disparado desde hacía varias jornadas. El 5 de junio se situaba en 508 puntos básicos o 5,08%.
El ministro, a la pregunta de Herrera sobre si vendrían los hombres de negro a España (por la troika del FMI, el BCE y la Comisión Europea), contestó que no.
¿Por qué?
Por esto: «España no es rescatable técnicamente».
Es decir, España no era Irlanda, Portugal o Grecia.
La cuarta economía de la Eurozona no era «técnicamente rescatable».
Cuatro días más tarde, el fin de semana del 9 y 10 de junio de 2012, mientras el ministro Luis de Guindos estaba bajo la presión del Eurogrupo en Bruselas, Mariano Rajoy le escribía un SMS: «Aguanta. Somos la cuarta potencia europea. España no es Uganda».
Pero España se vio obligada a obedecer a la troika y pedir un tipo de rescate a medida ya que, como bien había explicado días antes Montoro a Herrera, «España no era rescatable técnicamente».
Tras la experiencia del rescate para salvar a la banca privada en Irlanda, la Troika aplicó la lección a España y extendió una línea de 100.000 millones de euros con un memorándum de condiciones. (España ha utilizado 41.000 millones).
Pero los mercados no se terminaban de creer, a finales de junio de 2012, que la situación estaba superada.Y la percepción era que el Banco Central Europeo (BCE) mantenía una pasividad pasmosa. Los inversores seguían desprendiéndose de bonos españoles e italianos en los mercados secundarios.
La prima de riesgo de España ascendió hasta 637 puntos básicos, o 6,37%, el 24 de julio de 2012. Por su parte, la prima de riesgo del bono público italiano se situaba el 24 de julio de 2012 en 532 puntos básicos o 5,32%. (Hay que recordar que quien gobernaba era Rajoy, porque cuando el PP habla de la prima de riesgo en julio de 2012 parece que se refiere al gobierno de Zapatero)
Para darse una idea de cómo se había disparado el tipo de interés de ambos países hay que saber que el Bund alemán o bono público alemán a diez años cotizaba a un tipo de 1,24%.
Por tanto, España era castigada en los mercados secundarios con un tipo para el bono público a diez años del 7,61% (prima de riesgo de 6,37% + 1,24%, del Bund alemán) e Italia del 6,56% (5,32% + 1,24%)
En esta situación, el euro como tal, es decir, la capacidad del BCE para transmitir su política monetaria, estaba resquebrajándose. La percepción de los mercados y de los movimientos especulativos era que la unión monetaria ya no funcionaba.
Fue en esas horas, precisamente, cuando Mario Draghi decidió salir al ruedo y lanzar en Londres, el 26 de julio de 2012, su advertencia de que el BCE haría «todo lo que sea necesario» para garantizar la continuidad del euro.
«Todo lo que sea necesario».
El mercado interpretó que ¡por fin! se terminaba el cachondeo. Se podía empezar a reparar la avería de fábrica del euro. Que detrás de la deuda de los países en crisis (sobre todo España e Italia) había ahora un prestamista de última instancia. Un avalista.
El 2 de agosto de 2012, como las primas de riesgos de los bonos públicos españoles e italianos, aunque más moderadas, seguían sin flexionar drásticamente, el BCE anunció que intervendría en los mercados de bonos soberanos con el objetivo de «salvaguardar una apropiada transmisión de una política monetaria única».
Draghi no podía decir, obvio es, que el euro estaba desintegrándose. Su versión fue «salvaguardar la apropiada transmisión de una política monetaria única».
El 6 de septiembre, el BCE acordó el programa OMT (Outright Monetary Transactions) de compra de bonos públicos a plazos de entre 1 y 3 años en los mercados secundarios. Para acceder a este programa, los Gobiernos debían dirigirse al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y solicitar la aplicación del programa. Esta entidad se dirigiría a continuación al BCE para cursar la solicitud y evaluar la petición. Antes de actuar, se impondría a los gobiernos un memorándum de condiciones.
Tampoco este programa era un clásico rescate como el de Grecia o Portugal, para citar dos ejemplos. Porque como había dicho Montoro hay países que por su tamaño «no son rescatables técnicamente».
En diciembre de 2012, la prima de riesgo de España había bajado. Rondaba los 385 puntos básicos o 3,85%, en una oscilación hacia abajo y arriba. El Bund alemán a diez años se situaba en una banda de 1,30% y 1,40%. Es decir: los mercados secundarios facturaban a España un tipo de 5,15 % o 5,25%.
En aquellos días de diciembre, antes de Navidades, Cristóbal Montoro, acudió a una reunión con una quincena de corresponsales al Círculo de Corresponsales Extranjeros, en la madrileña calle de María Molina, número 50. Allí se prestó a analizar la situación económica.
Explicó que la prima de riesgo de España seguía siendo elevada. Y que si bien se podía aguantar, un año más con esos tipos suponía un esfuerzo muy grande. No tuvo ningun complejo en decir, directamente, que era partidario de acudir al MEDE y solicitar la compra de bonos públicos por parte del BCE.
El encuentro era en principio reservado. Pero la posición de Montoro trascendió.
El diario norteamericano The Wall Street Journal intepretó que las manifestaciones del ministro podían ser citadas y publicó una información según la cual Montoro era favorable a pedir la compra de bonos públicos españoles en el cuadro del nuevo programa OMT del BCE. Era, pues, favorable a solicitar el rescate por la vía de la compra de bonos.
La noticia se mantuvo 24 horas en la edición digital. Los corresponsales que habían asistido a la reunión expresaron su sorpresa ya que se trataba de una reunión reservada. Y se dirigieron al periódico. El Journal explicó que no había captado el carácter off the record del encuentro con el ministro Montoro, y decidió retirar la información de la red. Y, además, borrarla de su servicio.
Esta es la historia del rescate. Un mix de hombres de negro extranjeros y de hombres de negro ibéricos. (Carlos Herrera fue quien acuñó la frase hombres de negro ibéricos en julio de 2012)
Y, ahora, vayamos al segundo punto de interés de las reflexiones de Montoro.
Hablan de las próximas elecciones. Montoro asegura que el PP va a ganar de nuevo.
Montoro: «Mire las tendencias… No hay alternativa porque si vuelven los otros perderemos todo lo ganado… Los mercados no son gilipollas. Los mercados se mueven por cifras, no por ruido mediático… Quieren un gobierno creíble y con capacidad no sometido a vaivenes políticos…»
Esta apelación a los mercados al hablar de voto ha cosechado múltiples reacciones adversas.
Pero es que el PP ha subido al poder a horcajadas de los mercados.
Zapatero decidió no presentarse como candidato en mayo de 2011 y el 29 de julio de 2011 en plena subida de la prima de riesgo, a 359 puntos básicos o 3,59%, el 29 de julio de 2011, anticipó las elecciones generales al 20 de noviembre de 2011, bajo el síndrome de no llegar a ellas…sin una intervención a la griega o portuguesa.
Y, finalmente, decidió, cuando Merkel y Sarkozy anunciaron el 16 de agosto de 2011 en París que todos los países debían incluir en sus constituciones la limitación del déficit público, que era un último recurso para celebrar las elecciones en paz. Y propuso reformar la constitución el 23 de agosto de 2011 a noventa días de las elecciones del 20-N.
Los mercados (el Deutsche Bank, que puso a la venta masiva de bonos públicos italianos en el verano de 2011), por un lado, y la decisión conjunta de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, consiguieron tumbar a Silvio Berlusconi y situar en el Gobierno a Mario Monti.
Lo cuenta, en parte, el economista italiano Lorenzo Bini Smaghi, ex miembro del consejo ejecutivo del BCE hasta noviembre de 2011, en su libro Morire de austerità: Democrazia europee con le spalle al muro. (Morir de austeridad: La democracia europea contra las cuerdas).
Pero las cosas tuvieron que ponerse peor para que un nuevo presidente del BCE, Mario Draghi, cambiara la orientación, según hemos apuntado. Con el BCE que lanza, in extremis, una política distinta, y los bancos centrales de Estados Unidos, Reino Unido y Japón bombeando dólares, libras y yenes, la crisis se frena.
Los flujos de capitales, que salieron despavoridos en 2010, con la crisis de Grecia, volvieron a la Eurozona. Y por esta razón, sobre todo, las primas de riesgos de todos los países de la periferia europea han caído, incluyendo a los que todavía están bajo rescates (Portugal y Grecia). El caso de Irlanda, que ha dejado recientemente el rescate, es sintomático. El interés del bono público a diez años es más bajo que el de España y el de cinco años se sitúa por debajo del interés que pagan Estados Unidos y el Reino Unido.
Y es el día de hoy que la desaceleración notable de la economía de China y el cataclismo en las economías de los países emergentes, en el contexto de la política de disminución de compra de bonos por parte de la Reserva Federal de EE.UU, sigue catapultando fugas masivas de capitales de aquellos países hacia Europa, donde son invertidos en compras de acciones y de bonos públicos.
Ernesto Ekaizer