Con la vuelta de la democracia a Ucrania, Vladimir Putin, va a conseguir lo que no podía tener con su títere, dictador y asesino cobarde, Viktor Yanukvich, en el poder…
Por fin, usando la estupidez humana como arma y el sinsentido como excusa, Rusia va a tener el control territorial sobre la flota del mar Negro, que ahora solo se sostiene en el lugar por el miedo de los diferentes gobiernos ucranianos a perder el control sobre su propio ejército, unos, o a recibir la invasión del ejército ruso, los otros.
Ante esta nueva situación de guerra no declarada, tanto la Unión Europea como la OTAN están obligadas a dejar claras sus posiciones y, si llega el caso, a responder a la fuerza con la fuerza, porque, de no hacerlo así, Crimea va a ser solo la primera parte del plan de los rusos para volver a ser el imperio perdido de los zares o peor, si cabe, de los comunistas de derechas…
No en vano, Putin aumentó este año pasado el presupuesto militar en cerca de 100.000 millones hasta 2016 y una cantidad muy superior en el global.
Es una inyección de dinero a la economía rusa con la que pretende, evidentemente, dar trigo a cierta parte de la población y, por otra parte, convencer a la derecha más reaccionaria rusa de que él es el nuevo zar que llevará de nuevo al país a los más alto; aunque mucho me temo que sea a costa de los países limítrofes si los aliados europeos y americanos no lo remedian.