Desde hace tiempo veo cómo los juzgados se han convertido en platós y los platós en juzgados, cómo los abogados y fiscales chupan cámara y los periodistas acaparan frío a las puertas de los juzgados, y cómo los jueces escogen los tempos cuidadosamente y lo reos frotan sus escoceduras con presuntos polvos de talco…
Nada nuevo, imagino, aunque yo siempre había creído que esta situación solo se producía si el acusado pertenecía a la farándula o si le interesaba a la prensa rosa o amarilla.
Pero hete tú que la justicia ha pasado de estar independizada de la política a volver a casa como una hija querida y protegida por sus padres, libre, sí, pero dependiente de nuevo.
El juez Ruz solo tiene que sintonizar ciertas tertulias para conocer con exactitud cuál será su próximo paso en la instrucción del caso Partido Popular y la jueza Alaya lo propio en el caso Partido Socialista… Si el juez Ruz encarceló al señor Bárcenas en el centro de reclusión de emprendedores de Soto del Real, como al equipo A, por un delito que no cometió – él solo pasaba por allí, o eso dicen los populares – la jueza Alaya le ha puesto una fianza civil de tropecientos millones a las exministra por pergeñar una estafa en la que nadie se había fijado hasta el día de hoy a pesar de que – a groso modo, según la jueza – ya va por 36 millones de nada…
Escoger o escocer, he aquí el dilema, si el juez escoge los tempos para no perder el caso resulta que se producen escoceduras en según qué culos – apoltronados – lo que le puede llevar al patíbulo como al juez Garzón, que es el único de la Gürtel que ha sido condenado; condenado, eso sí, no me cabe la más mínima duda, por la más alta autoridad de la magistratura: la caterva mediática.