No aspiro a nada más en la vida que no sea la esperanza hecha realidad de que me recuerde una sola persona que me ame o que me admire, aunque también sería feliz si me olvidaran aquellos que me odian o que me temen…
Sin embargo, el mayor honor al que aspiro en mis sueños es aquél consistente en que algunos niños y niñas recuerden con el tiempo que sus inicios como hombres y mujeres de bien comenzaron en la más humilde escuela, de un diminuto pueblo, que llevara mi nombre como suyo.