Soñé que era Pablo Iglesias

 

Pablo Iglesias TurriónSoñé que era Pablo Iglesias, que Tania Sánchez sonreía solo con pensar en mí: una mujer hermosa, inteligente y, además, rubia… Pero, puesto que no soy Francisco Marhuenda, sino Francisco Javier Fernández, me disculpo en el mismo párrafo por la estupidez que acabo de escribir, que no pensar, obviamente…

Sí, lo sé, de no haberla escrito, o borrado en su caso, no tendría por qué haberme disculpado; pero ¿cómo, sino, habría logrado su atención, la atención de alguien en particular?

Hace ya muchos años que soñé que era Pablo Iglesias, soñé que era elegido Presidente del Gobierno de España porque había enamorado a los españoles con mi discurso, con mis ideas, con mis ideales; que había logrado su apoyo electoral por medios directos, con mensajes realistas y afirmaciones verídicas.

Lo cierto es que hace ya mucho que desperté, hace ya mucho que soñé con ser Pablo Iglesias, dejé de soñar con serlo el mismo día en el que yo mismo comprendí que las utopías solo son posibles en los sueños de los adultos o durante la niñez, aunque también creía en ellas cuando era un chaval, medio niño y medio hombre, que sentía que podía cambiar el mundo; resulta evidente que me equivocaba…

Un día soñé que era Pablo Iglesias, pero nunca más lo he vuelto a soñar.

Pablo Iglesias no es más que un sueño durante un amodorramiento, durante una corta siesta que se termina al oír el estridente portazo del que sabe que estás descansando demasiado, del cuñado cabrón, de la patronal, de la conferencia episcopal o de los amiguitos del alma…