Cómo lo percibimos
Todos creemos tener una idea clara acerca del devenir temporal a nuestro alrededor:
Continuo, constante, inaplazable y en una sola dirección. Siempre hacia el futuro.
Tenemos el convencimiento, transmitido de generación en generación, de que los sucesos que nos rodean son únicos en lo que se refiere a su posición temporal y, si exceptuamos aquellos que se producen en la ciencia ficción: literatura o cine, no es posible su recuperación física una vez acaecidos.
Vivimos el presente, algunos pensando en el futuro y otros en el pasado, pero no dudamos de qué es lo real y qué lo imaginario[1];
El futuro ha de ser imaginario, obviamente, y el pasado virtualmente real, aunque también puede ser imaginario: ¿Quién no ha imaginado un resultado diferente de un evento deportivo o de un encuentro amoroso? Aunque, si lo recordamos con claridad y veracidad, siempre será esa realidad virtual[2] a la que solo podemos acceder cada cual por medio de nuestra mente, una hemeroteca o un reportaje televisivo.
Por otra parte, medimos su paso por nuestra vida usando medios físicos: relojes, contadores de sucesos: migraciones, movimientos planetarios u otros; y lo hacemos con total confianza de su exactitud ya que les hemos asignado, realizando comprobaciones durante años, unos valores que nos resultan aceptables.
Aún nos queda esa particularidad que parecen compartir ciertos casos en los que dependiendo de que nos parezcan agradables y placenteros o desagradables y aburridos serán demasiado rápidos o lentos en su discurrir. En el primer caso no sentimos el paso del tiempo, tan solo nos desesperamos al constatar el final del suceso, mientras que en el segundo sí notamos su discurrir: irritantemente lento, tanto más cuanto más horrible sea nuestro padecer.
Nuestras referencias temporales
Cuando hablamos del tiempo, no del tiempo que hace, lo hacemos usando diversos métodos preestablecidos: Horas, minutos y segundos, fases lunares o el lapso, con un nombre conocido, entre éste y aquél suceso que se producen regularmente.
Las horas, los minutos y los segundos[3] nos convienen porque les hemos hecho coincidir entre sí y nuestro reloj natural, que no es otro que el tiempo transcurrido entre el comienzo de una estación dada y el retorno de ésta: el año. Esta coincidencia, aún siendo apropiada para nuestros usos, no deja de ser una imposición anticuada, difícil de cuadrar y complicada de aprender.[4]
Las fases lunares u otros sucesos cíclicos son visibles a simple vista[5] y fáciles de usar por todos, no se necesitan conocimientos especiales para su uso. Es posible conocer la hora, más o menos exacta, localizando la posición del Sol y usando el conocimiento ancestral que las relaciona con el día del año, por ejemplo.
Aunque no es una percepción temporal, la velocidad de la luz sirve para medir tanto distancias como tiempos.
El Metro[6], en un primer momento, fue definido de manera que resultasen ser 10.000.000 los necesarios para cubrir la distancia a través del meridiano entre el polo norte y la ciudad de París.
Desde nuestra percepción del tiempo, una definición ridícula, aunque graciosa, puede resultar verosímil: el segundo es el tiempo que tarda en pitar, el de atrás, cuando el semáforo pasa del rojo al verde.
Podemos determinar si un proceso en el que participamos está llegando o ha llegado a su fin simplemente fijándonos en nuestro estado de ánimo: si estamos contentos, felices y deseando que no termine nunca es más que probable que esté a punto de finalizar. Lo contrario también sería cierto. Éste sería, por supuesto, un método poco científico, pero todo aquello que percibimos está moldeado de modo que encaje en nuestros esquemas, por lo que no debe ser desechado tan rápido; ¿quién no sabe de alguien capaz de decir en todo momento y sin ayuda mecánica qué hora es, con un pequeñísimo error? Esto es aplicable, también, al clima o al comportamiento animal, e incluso, Humano.
Por último, existen algunos casos en nuestra vida diaria en los que el tiempo no tiene importancia alguna o, lamentablemente, no somos conscientes de su discurrir por motivos de enfermedad o accidente, pero discurre; un caso particular, aunque no tan dramático, es el del sueño. Si alguien duerme profundamente, o permanece en coma o sedación, y sufre dolor, por ejemplo, y más tarde no lo recuerda, ¿ha sufrido dolor o ha envejecido? Para él, todo es relativo, como diría Albert Einstein. Sin embargo, después, cuando sea refrescada su memoria por familiares o amigos hará suyos algunos recuerdos pasados, pero, si no los ha vivido ¿serán ficticios o virtualmente reales? Todo dependerá de lo convencido que esté sobre la realidad o no de lo pasado. Esta parte raya con lo filosófico y permite una interpretación para cada persona, el tiempo que cada uno tome meditándolo será suyo y solo suyo:
Su tiempo propio .
El Tiempo – El tiempo propio en pdf
[1] Es evidente que no todas las personas tienen la misma percepción de las cosas: ya sea por simple convencimiento, por ignorancia o sabiduría o por enfermedad mental.
[2] Si alguien cree sinceramente que aquello que ha ideado o creado en su mente es real, aquello que le ocurrió de verdad bien pudiera ser ficticio para él.
[3] El segundo (s) es la duración de 9 192 631 770 periodos de la radiación correspondiente a la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de cesio 133.
[4] Intente calcular cuantos segundos o minutos faltan desde este preciso momento hasta el final del día. No le resultará fácil hacerlo de memoria, sin duda recurrirá al uso de una calculadora o similar; aunque puede que ahora lo intente de forma natural, porque sí.
¿No sería más fácil usar el sistema decimal? ¿Un día de treinta horas o tres mil minutos o trescientos mil segundos? ¡Sí, desde luego, habría que determinar la nueva distancia que recorre la luz durante el nuevo segundo! Por no mencionar las velocidades de los vehículos, tasas de transferencia, etc.
[5] La transición del Cesio dada más arriba y usada para definir el Segundo, no resulta precisamente visible.
[6] El metro es la longitud del trayecto recorrido en el vacío por la luz durante un tiempo de 1/299 792 458 de segundo.