Besos de caramelo

Besos - Boca fresaSe llama María, o quizá Sonia, Mónica tal vez, pero su nombre en sí no es importante, aunque sí la mujer que identifica. Hay tantos como hembras maravillosas, tantas como cálidas sonrisas, dulces besos y evocadores olores femeninos…

Besos y abrazos embriagadores, jadeos y temblorosos gemidos, paz y deliciosa relajación final.

Tumbada como está sobre su espalda en el mullido edredón que cubre la cama, con su carita enmarcada por efecto de la gravedad entre el sedoso alisado japonés, con esos grandes ojos de bebé mirándome con el brillo del amor, o del deseo, me parece un ángel hecho mujer como milagroso regalo para mi placer.

Su pecho sube y baja con cierta cadencia acelerada, mientras que sus pezones me llaman a través de su pequeño top rosa como dedos indicativos de su necesidad de mí, de su ansia por el hombre que siempre la llena la cabeza y el corazón, de su posesión más preciada y de su dueño y señor…

No sé dónde mirar, no sé dónde acariciar, no sé dónde besar, que no haya mirado ya, que no haya acariciado ya, que no haya besado ya.

Me fijo en sus labios entre abiertos con su respiración algo entrecortada, y la sonrío, ella me sonríe aún más, acerco lentamente mi boca a la suya y comienzo esa lenta tortura que se me acaba de ocurrir: solo rozo la comisura izquierda de sus labios con los míos y no acepto su boca más abierta ahora para que yo entre con mi lengua a disfrutar de la suya, sigo besando suavemente su labio superior, rozándolo nada más, poco a poco, subiendo por él hacia la parte más alta, allí dónde empieza su respingona naricita; allí dónde se produce un cosquilleo extraño, y ella se revuelve un poco bajo mí.

Un pequeño gemido se le escapa por entre los dientes, mientras aprieta sus pechos contra mí, pero, no, la tortura no ha hecho más que comenzar; yo prosigo con ella por sobre el labio superior, ahora bajando hacia la comisura derecha. Absorbo otro gemido. Me está llamando, me pide piedad, todo su cuerpo me quiere para sí, no solo una pequeña parte en su boca.

Al llegar al destino siento cómo su corazón late desbocado al intentar hacerme suyo a través de su durísimo y maravilloso seno; noto su pezón en mi pecho y siento la tentación de cesar en mi empeño, de saborearlo entre mis labios, de comerlo, de comerla toda ella; pero aguanto, hago un esfuerzo y me contengo, aunque la sangre aprieta tanto en mi pene erecto que me duele, pero es un dolor que estoy dispuesto a soportar por ella… La sigo dominando.

Vuelvo sobre mis pasos, esta vez por el labio inferior, lentamente, besándolo con delicadeza, con pereza se podría decir, hasta llegar al comienzo. Ella cree que ya he terminado y se ofrece aún más buscando ser tomada, ser sometida al sexo y la pasión sudorosa, al hombre.

Besos - rosaroja.jpgTomo su ovalada hermosura con mis manos y levanto suavemente el labio superior con mis dedos más gruesos y comienzo de nuevo el tránsito por su boca, por dentro esta vez; besando su carne cerca de sus perfectos dientes de marfil. Se aprieta fuerte contra mí, implorando, temblando como una hoja al viento, pero aguanto una vez más. Me adueño de mi voluntad, y de la suya también…

Los segundos se hacen minutos y los minutos se antojan interminables mientras ella, ahora sí, gime con fuerza al tiempo que arquea más y más su cuerpo contra el mío; y yo me sorprendo con la mano derecha mojada, lejos de su cara, cálida y húmeda paseando por su pubis.

Sin saber cómo, he bajado mi brazo hasta su abdomen y deslizado mi mano por debajo de su pequeña, diminuta, minifalda vaquera; la he subido lo suficiente como para poder llevar mis dedos hasta el triángulo fosforescente que hace juego con su top y que cubre su más preciado tesoro; he deslizado mi dedo anular por debajo del fino cordón que se había metido en la raja de su coñito y ahora lo acompaño con el resto de mis dedos al frotarlos suavemente contra los laterales, al tiempo que éste activa el generador eléctrico que la hace vibrar de placer cuando toca la dura pepitilla que es, en realidad, el objeto de poder más valioso del universo humano; el que permite a las mujeres reinar sobre los hombres mientras los hace creer que son ellos los que reinan en verdad.

No hago otra cosa que responder de forma inconsciente a sus deseos, por más que me empeño en mandar, en dominar, en doblegarla, no me engaño, por lo que deslizo un poco por sus hombros las hombreras de su top y, agarrándolo con mis dientes justo por el puente del fabuloso canalillo que me indica el camino, tiro de él un poco procurando rozar su piel con mis mejillas, y ella se retuerce una vez más, y ella gime todavía más, y yo siento que mi pene va a reventar; y después beso con suavidad la copa de sus senos, cálidos, sedosos, turgentes, adorables y reconfortantes.

Siento un nuevo dolor, conocido, incitante, acompañado de una sensación de masculinidad al sentir sus uñas clavándose en mi espalda, arrastrando mi piel en su camino guiado solo por el gozo femenino; pero en realidad no me duele, es un indicador de que voy por buen camino, de que los sentidos y sentimientos están en ebullición en su interior, de que desea que seamos uno solo, ella y yo, su piel y mi piel, su calor y mi calor, su sexo y mi sexo.

Arrastro un poco más su top, un poco torcido, queda al descubierto justo su pezón izquierdo mientras que el derecho solo se intuye bajo la costura del borde; paso mis labios con cuidado sobre él, de un lado a otro, despacio, como si de tocar una armónica se tratara, y ella explota por primera vez; un gritito de posesión femenina sale de sus labios, se encorva con mucha fuerza, tanta que me levanta la cadera derecha con su cintura, y me pasa su mano derecha por la cabeza con cierta fuerza, pero con ternura, me hace sentir su pasión al enredar sus dedos entre mi pelo y tirar de él lo justo para hacerme sentir despierto, por si acaso estuviera en algún sueño erótico, ella también está aquí y me lo va a demostrar.

Humedezco un poco su aureola con mi lengua y también el propio pezón, no mucho, lo justo para que deslice con suavidad, y sigo frotándolo con la puntita en cortos movimientos laterales por la parte baja, luego repito por arriba del pezón; lo chupo con suavidad y vuelvo a empezar. Al tiempo, con la mano izquierda, en una postura un poco forzada, porque me tengo que apoyar en el codo, acaricio el otro pasando mis dedos por la costura que lo cubre, para bajarla un poco después y dejarlo encerrado por ella en la parte baja, todavía más duro por la leve presión hacia arriba de la tela, y ella responde moviendo su pecho hacia un lado y otro, un poquito a cada lado, mientras lo sube buscando mi boca una vez más, y la encuentra; esta vez con más fuerza, pasando de un pecho a otro como si me fuera la vida en ello, y ella grita, grita y me adora…

Fóllame. Me susurra entre suaves jadeos.Hazme tuya, dámelo todo, métemela hasta dentro… Más gemidos.

Yo ya no puedo más, voy a reventar, así que le bajo por completo el tanguita y me hecho un poco más sobre ella, con cuidado, pero con firmeza. Hace rato que me he bajado los pantalones y los bóxer me los ha bajado un poco ella con su mano derecha mientras buscaba mi pene, y lo ha encontrado, claro…

La camisa me la sacó sin desabrochar los botones hace ya buen rato, más o menos cuando empezaron los gemidos, y la tigresa Salió de caza por mi espalda.

Besos - El mundo que vieneEn un movimiento suave y eficaz introduzco el pene en su coño y ella me jalea mientras ladea algo las caderas para colocarse mejor, y comienzo a empujar sobre ella mientras me mantengo un poco encogido para comer sus labios a ratos, sus orejas, su cuello, incluso sus pechos en un escorzo inhumano; pero sigo follándola como si nunca lo hubiera hecho; y ella sigue gimiendo, gritando y desgarrando mis omóplatos en un éxtasis sexual que dura lo necesario, ni más ni menos, cuando le doy la vuelta cogiéndola por las caderas y la vuelvo a empalar cogiéndola por sus maravillosas nalgas a la vez que subo su culito hacia mis abdominales. Yo empujo y ella recula, hasta que alcanzamos esa resonancia sexual que hace que los empujones se acompasen y follamos mientras ella apoya su cabeza sobre sus antebrazos levemente cruzados sobre la cama; y gozamos…

Al cabo de unos minutos ella me pide que le dé la vuelta de nuevo, quiere correrse mientras me abraza y me mira, y yo la complazco, vuelvo a empujar sobre ella y unos minutos después llega al orgasmo con una colección de gritos, gestos, arañazos y movimientos corporales que me hacen sentir grande, más hombre, y al poco, justo cuando ella cambia el gesto de su cara y comienza a sonreír con su mirada traviesa mezclada con gestos lascivos, exploto y le echo dentro toda la leche, y ella lo siente, mi cara desencajada la hace sonreír aún más, y me dice: – Qué calor, síiiiii, te siento dentro de mí, síiiii, dame más, ¡Oh! Sí, mi amor…- Y yo me dejo caer sobre su rostro y nos besamos, esta vez con toda la boca, los labios y la lengua, nos besamos durante varios minutos mientras mi pene vuele a su ser, aunque me cuesta reducir la presión. Es mejor así y volver a la carga en unos minutos; pero ella que aún lo siente dentro de sí, se desembaraza un poco de mí y se pone a cuatro patas mientras me hace una mamada. Me cuesta mantenerme de rodillas sobre la cama, cada chupetón me hace perder las fuerzas y siento que voy a caer rendido, mi cuerpo se va a descoyuntar, pero sigo aguantando mientras agarro con firmeza su pelo y tiro un poco hacia atrás para que ella me mire, y me mira con esos ojazos marrones mientras bombea, y creo enloquecer…

Al cabo de unos minutos, en los que mi polla ha vuelto a endurecerse como si tuviera quince años, alcanzo un nuevo, glorioso y dislocante orgasmo, a tal punto que he de agarrarme con fuerza a sus hombros para no caerme sobre ella, y la regalo con otro latigazo del esperma que aún pudiera quedar dentro de mí, pero ella lo toma con gusto y se regodea con su sabor, ya me había dicho que lo quiere todo de mí, al tiempo que me llama con su mirada para que la bese una vez más, y la beso una vez más, un beso algo escatológico esta vez, que en vez de desagradable me parece de lo más erótico al comprobar la delicadeza con la que ella reparte mi esperma entre su boca y la mía.

Durante un buen rato permanecemos abrazados como dos enamorados, dos agotados enamorados, con nuestras piernas entrelazadas también en un romántico coro de frases no dichas, pero sí gestualizadas: sonrisas, besos y caricias…

Ella me pregunta, con una mueca traviesa, ¿cómo se llama la forma de besar los labios lentamente, muy lentamente, con la que me estuviste torturando…?-. Yo le contesto que se llama “Besos de caramelo”, porque tienes que realizar un gran esfuerzo para no enloquecer y morder con el fin de llegar al interior…

Soy tu caramelo. Dice ella colocándose de nuevo de espaldas sobre la cama y entreabriendo los labios. – Vuelve a empezar y no pares hasta llegar a mi interior…