Lo cierto es que no tengo palabras para describir lo que sentí al comprender la magnitud de la barbaridad pergeñada por Dios en París el otro día… Tampoco llego a entender – soy un simple mortal – qué motivos tiene un ser divino y omnipresente para sacar del infierno a unos diablos y ordenarles que aterroricen y ejecuten a personas inocentes que, como único pecado, a mis ojos, solo tenían en su debe el estar disfrutando de la vida.
Quizá Dios sea un “hater” que nos odia por habernos hecho a su imagen y semejanza en todo menos en la barba, pero no lo puedo creer…
“Hate maten”
Siempre he creído que los talibanes: musulmanes, católicos o judíos, en su estricta y necesaria necedad – porque solo un necio puede seguir las indicaciones que escribió un tío, hace mil o dos mil años, mientras estaba pasao de agua convertida en vino – en su necedad, digo, olvidan que no siempre que arde una zarza ha de estar Dios tras ella…
Y que, además, cualquier lego en psiquiatría les podrá decir, sin mucho riesgo de errar, que el hecho en sí de que uno hable con Dios, o con el diablo, no es malo, pero que sí lo es si cualquiera de los dos habla contigo.