Mientras me afeitaba, me corté con la maquinilla, nada nuevo, pero esta vez se me ocurrió una cosa un poco gore, como tengo guardado un viejo microscopio de la escuela, puse una gota de sangre en una placa de cristal y la coloqué bajo la lente. Al mirarla por primera vez solo vi un lamparón de sangre aplastada entre una placa y otra, pero al ir aumentando la vista fui haciéndome una mejor idea de lo que contenía. No comprendía bien por qué los glóbulos rojos parecían formar filas mientras que los glóbulos blancos los rodeaban por los laterales.
Pero, al acercarme más, por fin comprendí, mientras que los glóbulos rojos acarreaban esforzadamente grandes burbujas de oxígeno sobre sus espaldas, los glóbulos blancos, que llevaban uniformes negros, botas nazis y largas porras en sus manos, los iban apretando para que avanzaran más rápido y manteniendo la fila.
Sangre azul , sangre roja…
¡Dios! Yo mismo soy un estado fascista en sí mismo, dentro de mí se reproducen las mismas atrocidades que yo odio y que más me repugnan en la vida exterior…
Ahora ya sé por qué la sangre de los pobres es roja y también por qué es azul la de los dictadores, es por el reflejo de las sirenas de la policía fascista que los mantiene en el poder por la fuerza.