La última frontera de La Humanidad

La última frontera de La Humanidad se antoja muy lejana. En lo físico, quizá se halle a millones de años luz, en lo más recóndito de nuestro universo, en el infinito más inimaginable y el que mayor desasosiego representa para nuestra temerosa conciencia; pero no creo que en realidad esté tan lejos, más bien, imagino que el ser humano, como tal, jamás saldrá de nuestro sistema solar, jamás viajará a otros soles, ni conocerá otros planetas en cuerpo y alma…

Vista de La Vía Láctea desde el Paranal, Chile, telescopio ESO - La última frontera
Vista de La Vía Láctea desde el Paranal, Chile, telescopio ESO

Puede que el alma sí viaje allende las galaxias, aunque no lo hará a lomos de este cuerpo mortal, sino que lo hará montada en la más grandiosa cabalgadura con la que nosotros la podemos dotar: nuestra mente.

“Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”

Esta frase tan grandilocuente, atribuida a Einstein, pero que en realidad nunca dijo, sino que ha ido evolucionando de esta otra: “Ha llegado a ser espantosamente claro que la tecnología ha aventajado a la humanidad”, que pertenece al diálogo de Donald Ripley, protagonizado por Jeff Goldblum, en la película «Powder», del año 95; me sirve para expresar la idea de que no hace falta viajar realmente para ir de un sitio a otro, solo hace falta usar la mente, la imaginación y la tecnología: realidad aumentada, video juegos, cine y televisión, capturar Pokemon inexistentes…

No comparto la conclusión, aunque sí creo que es mejor para todos que algunos seres humanos no aporten su genética a las generaciones venideras, pero esa es una opinión más que subjetiva por mi parte.

La última frontera

La última frontera . Dunas de arena Marte - CuriosityA día de hoy, podemos observar Marte, a través de las cámaras de la sonda «Curiosity», casi con la misma claridad con la que podemos ver el semáforo de la esquina desde las cámaras de tráfico del ayuntamiento; dentro de algunos años, podremos oler su atmósfera, pasear por sus rojos secarrales sin sufrir las consecuencias de la radiación solar ni de su poca presión atmosférica ni de su falta de oxígeno. Y no lo habrá pisado hombre ni mujer alguno jamás, puede que algún día lo hagan, pero no irán mucho más allá, no será necesario:

las cosas mecánicas y la inteligencia artificial lo harán por nosotros y, nosotros, lo veremos con nuestros propios ojos electrónicos y lo sentiremos con nuestros propios sentidos de acero, titanio y polímeros…