Ladran, Sánchez, luego cabalgamos

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Ladran, Sánchez, luego cabalgamos, le susurra al oído su nuevo asesor político al Presidente del Gobierno español. Esta vez no se trata de un vendedor de humo profesional, infiltrado desde la derecha menos casposa: la ultraderechita, sino que proviene del interior más profundo del progresismo socialista: la ultraizquierdita…

Lo mismo que la frase: ‘Ladran, Sancho, luego cabalgamos’, nunca fue escrita por Cervantes en El Quijote; ni esta otra: ‘Cosas veredes, Sancho’, jamás fue escrita en El cantar del mío CID; tampoco es cierto que la derecha, izquierda o centro, sean ideologías políticas naturales, sino que estas expresiones han sido naturalizadas por onomatopeya visual, que no auditiva, de las posiciones que los representantes políticos ocupaban en La Asamblea Nacional francesa en los albores de su incipiente democracia parlamentaria: quienes se aposentaban a la derecha del Presidente de la cámara, pues eso, lo mismo para los demás.

Ladran, Sánchez, luego cabalgamos, susurra de nuevo Pepito grillo: ladra la utraderechita, ladra la caverna mediática de ultraderechita y de ultraderecha, y ladra la ultraderecha. Ladran, Sánchez, luego cabalgamos, repite, ladra el senador puesto a dedo, y ladra el otro senador también puesto a dedo: nadie les votó, pero hete tú que, sin haberlos votado nadie, ladran desde su escaño en El Senado, con sus 7000€ más dietas todos los meses, y ladran porque les parece mal que algunas personas con sueldos un orden de magnitud menor que el suyo y que no les votaron, ni a favor ni en contra, ni con v ni con b, puesto que no tuvieron esa oportunidad, vivan por encima de sus posibilidades.

 

Ladran, Sánchez, luego cabalgamos…

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