Cuando entro en un estado de ensoñamiento tal que escribo tu historia y la mía en mi mente, de modo que ambas se entreveran como si de las blancas nubes y el azul celeste se tratara, alcanzo el estado más puro de humanidad que un hombre pueda desear.
Oigo el atronador sonido de tu risa contagiosa, veo tu resplandeciente sonrisa y siento que los latidos de mi corazón están en sincronía con los del tuyo; y cuando salgo de ese maravilloso trance desciendo de tu soleada y luminosa atalaya a mi triste y oscuro abismo.
Allí mis más profundos temores afloran a la superficie y siento que me arrancan el alma al tiempo que tú te alejas de mí…